¿Qué mayor compromiso se le puede pedir a un paisaje? Pinturas rupestres; el museo de las piedras, el dique San Agustín, el desayuno como en casa en Cerro del Valle, los alfajores de harina de orujo de uva cocinados con horno solar, los helados de hierbas locales, el circuito de capillas centenarias, los reductos entre montañas y los viñedos en los terrenos más prósperos. Todos esto y más es lo que tiene para ofrecer a sus visitantes San Agustín del Valle Férfil.
San Agustín del Valle Fértil se encuentra en el corazón sanjuanino y definitivamente es una buena alternativa para hacer pie y decidirse a recorrer la vasta zona. Enclavada en el centro de la provincia, emerge plena de vegetación y luz, donde el invierno azota por las noches y el verano trepita en el día, pero donde todo el año es posible visitar sus recorridos.
Un recorrido de unos 300 kilómetros que propone el inquieto y solícito Mario Volpini, propietario de una joyita, el Hotel Cerro del Valle, sencillo en su presentación, riquísimo en experiencias, tiene capacidad única del guía de todo viajero. Antes de partir: desayuno en la habitación, servido humeante y calentito, todo hecho por las manos de Mario y su esposa Marisa.
La propuesta se inicia en Caucete, para visitar el Baño del Indio a pie. Una quebrada de paredes de piedra sobre las que se conserva patrimonio ideográfico incaico. Tomando la sobre la Ruta Nacional Nº 141, a poco de salir de Caucete, se encuentra el santuario construido en recuerdo de Deolinda Correa, quien, según la voz popular habría continuado amamantando a su hijo luego de morir en el desierto. La expresión de devoción conmueve en los miles de carteles que se esparcen por la escalada.
Chucuma, Astica y Las Tumanas son tres localidades ancestrales, donde tradicionalmente se asentaron las tribus originarias. Petroglifos y morteros fijos están accesibles a pie.
Llegando a Valle Fértil se puede disfrutar de la calma sosegada de la San Agustín. En la heladería Valle de la Luna hay que animarse a los sabores locales: cidra y chinchil, chocolate Ischigualasto, arándanos y pétalos de rosa. Mónica Rojas tiene la generosidad de hacer probar todas sus creaciones, pero no se queda en helados: también produce alfajores con harina de orujo de uva que se cuecen en horno solar. Volpini vuelve a insistir en comer en dos lugares al que concurren los locales: el Astiqueño y La Cocina de Zulma, caseros, donde se llega temprano si se quiere conseguir mesa. En uno y en otro las carnes a la parrilla llegan en plan familiar, en tanto que Zulma es especialista en unas excelentes pastas caseras. Optar por el plato del día puede ser una buena forma de comer como en casa.
Usno, a apenas 10 kilómetros, seduce con quebradas, ríos y verde extremo. Allí el Museo de Las Piedras es un emprendimiento personal para entender a los minerales de un modo nuevo. Hay mucha pasión puesta por parte de los creadores y dedican su tiempo a aclarar todas las dudas de los visitantes.
Unos 70 kilómetros más allá, Ischigualasto. El parque provincial: un desierto que emociona con sus esqueletos de rocas. Con el parque nacional Talampaya a las espaldas, en la provincia lindera de La Rioja, este parte puede quedar adormecido a su sombre, pero allí se encuentra el famoso paisaje lunar de la tierra. La reserva basa su valor e importancia en el agreste paisaje, en su historia cultural y en su riqueza natural y paleontológica que data del período triásico. El paisaje es fruto de largos años de desgaste eólico y fluvial. El Eoraptor lunensis, descubierto en esta área, es uno de los dinosaurios mas antiguos que se conocen (235 millones de años aproximadamente). El museo de sitio incluye un esqueleto de dinosaurio visible enterrado en el lugar.
Un sorbo de sol
Apenas algo más de un mes es el tiempo en que en San Juan no se ven los rayos de febo. El Valle Tulum, el del Perdernal y el de Zonda se configuraron como sitios que compiten sabiamente con Mendoza y con gran altura frente a los mejores terrenos del mundo para la producción de vino. La región puntana se posiciona en un circuito glorioso de vides y olivas. Contrariamente a lo que se supone, el furor viñatero nace en Santiago del Estero. Desde allí se derrama la costumbre hacia cuyo. Las primeras en San Juan tuvieron lugar a mediados del 1500. Su progreso fue lento y estalló con la llegada del ferrocarril para el 1800.
La punta del olivo
En medio del paseo, las vides se intercalan con las aceitunas, más de una decena de productores dio vida a la ruta temática que invita a tomar pausas en el trayecto para conocer el circuito olivícola: el riego por goteo, la poda y el cultivo de la oliva para la preparación de conservas.
En La Salmuera esperan con una experiencia integral. 4 Generaciones es una propuesta familiar que protege olivares de siete décadas. Olivos del Sol es el ideal para el recorrido guiado y aprender a hacer encurtidos.