El presidente de los EEUU está conminando a Teherán a hacer lo que es incapaz de realizar o lograr. Donald Trump exige al regimen iraní un divorcio total y final de su sueño nuclear, esto es algo que que algunos halcones en Washignton consideran una «póliza de seguro» contra cualquier sorpresa de parte de los khomeinistas.
Washington también presiona a Khamenei para que la revolución instaurada por Khomeini cambie sus postulados y se convierta en un estado normal que mantiene a su ejército y fuerzas armadas dentro de sus fronteras, que no continúe avanzando e infiltrándose en territorios de otros países para desestabilizarlos y establecer bases militares y misilísticas.
En otras palabras, exige a Irán cumplir con las condiciones de un estado natural y normal, que no se sirva de los ingresos de su petróleo para organizar y financiar milicias afines que modifiquen la geografía regional de acuerdo con sus planes expansionistas dominando e influenciando las decisiones de los gobiernos vecinos.
Quienes conocen el estilo y la forma del régimen iraní saben perfectamente que la exportación de la revolución islámica es una de las políticas de estado que hace a la vida misma del sistema. En consecuencia, abstenerse de «exportar la revolución» socava el todo del proyecto político revolucionario y pone en riesgo la supervivencia económica del país, que en la actualidad no son nada alentadoras. En consecuencia, Trump está pidiendo y presionando por algo que Irán no puede «dar» sencillamente porque no lo tiene en su horizonte ideológico, «y nadie puede dar lo que no tiene».
Así es como comienza, luego de la ultima ronda de sanciones estadounidenses, el nuevo capítulo en la confrontación de cuatro décadas entre EEUU e Irán. Una confrontación política, diplomática y económica, entremezclada con algunos incidentes de seguridad, pero sin caer en una batalla militar abierta y directa. Muchos analistas creen que el nuevo capítulo puede ser el más difícil, y su resultado determinará la ubicación de Irán en el mapa regional del mismo modo que su rol político futuro.
Las sanciones estadounidenses, que entraron en vigor esta mañana, apuntan a los sectores vitales del petróleo y la banca iraní. Muchos expertos están de acuerdo en que las sanciones causarán un gran daño a la economía de Irán, a pesar del ingenio iraní para eludirlas en el pasado. No es exagerado decir que los países vecinos están muy preocupados por el nuevo capítulo de la confrontación. Teherán está profundamente involucrado en los conflictos de la región y durante décadas ha estado generando golpes políticos, incluso en contra de su rol tradicional e histórico en la región.
En la víspera del nuevo capítulo, los mensajes intercambiados fueron contundentes y acalorados. El presidente Trump declaró claramente que «el objetivo es forzar al régimen a tomar una decisión clara». No hay mas opciones dijo el presidente estadounidense: «Abandonen su comportamiento destructivo o el camino hacia el desastre y el quebranto económico será inevitable». También pidió al régimen que abandone definitivamente sus ambiciones nucleares, cambie su comportamiento, respete los derechos de sus ciudadanos y de los pueblos vecinos, y que regrese a la mesa de negociaciones mostrando buena fe.
A través de declaraciones de sus funcionarios, la Administración de los EEUU definió las características de su orientación y destacó que el objetivo era cambiar el comportamiento de Irán, no cambiar su régimen, y que la puerta estaba abierta para regresar a la mesa de negociaciones si Teherán decide reconsiderar seriamente su conducta y ambiciones.
En respuesta, los mensajes también fueron claros. Miles de iraníes tomaron las calles de Teherán, recordando lo que sucedido el 4 de noviembre de 1979. Ese día, cientos de manifestantes irrumpieron en la embajada de los EEUU en Teherán y durante 444 días, estudiantes revolucionarios retuvieron a 52 estadounidenses como rehenes. El propósito era humillar al «Gran Satanás» y sugerir que América sería llevada a una jaula como los rehenes de su embajada. Los iraníes cantan a gritos: «Muerte a América», durante décadas. Esas consignas jamás han cesado. Sin embargo, está claro que EEUU no ha muerto y la evidencia es que está lanzando una nueva ronda de sanciones sin precedentes contra el régimen iraní.
Desde Teherán, como parte de los esfuerzos para enfrentar esa dura ronda de sanciones en la nueva fase del conflicto, los líderes khomeinistas y la Guardia Revolucionaria Islámica han insistido en que darán lucha. El líder espiritual Ali Khamenei declaró que Trump «deshonró el prestigio de EEUU y la democracia liberal».
Antes de su elección como presidente, Trump consideró que el acuerdo nuclear con Irán era un «instrumento malo y equivocado», y señaló que le dio al régimen un certificado de buena conducta sin que haya cambiado su comportamiento. Dijo que el acuerdo le permitió a Teherán utilizar sus ingresos financieros para mantener su programa balístico y su política desestabilizadora dirigida a cambiar los sistemas políticos y las identidades de los países vecinos como Líbano, Irak y Siria.
Hubo quienes creyeron que Trump insinuaría el abandono del acuerdo pero no ejecutaría su amenaza, especialmente cuando los otros firmantes protestaron por su movimiento. Pero esto es Trump y es difícil predecir qué tan lejos irá con su política hacia los khomeinistas.
El nuevo capítulo de las sanciones de EEUU comienza en un momento en que ya no se ocultan las dificultades de la economía iraní. Ha habido indicaciones claras en los últimos meses: la depreciación del rial, el aumento vertiginoso de la inflación y el desempleo. Las protestas de los ciudadanos iraníes también expresaron gran indignación popular que se manifestó en las huelgas de camioneros y maestros. Además, los iraníes comunes y corrientes sienten que tienen que prepararse para días difíciles que requieren que se ajusten más el cinturón.
En contraste, las autoridades iraníes tienen pocas opciones. Es claro que están tratando de atraer una posición europea más fuerte que los apoye, no obstante, nada sugiere que Europa pueda jugar un papel excepcional en este contexto. El mecanismo financiero que Teherán presentó a la Unión Europea demandará muchos meses antes de que funcione, y si funciona, sus resultados pueden ser limitados. Las principales empresas europeas prefieren la seguridad; y es difícil elegir los mercados iraníes, si eso significa perder los mercados estadounidenses.
Europa no está viviendo sus mejores días. Gran Bretaña sigue preparando el proceso de divorcio. La rebelión contra el espíritu de la Unión Europea se está extendiendo. Angela Merkel no está dispuesta a buscar un nuevo mandato y hay quienes esperan que Alemania padezca cierta inestabilidad política.
Irán está apostando al tiempo. Apuesta a su capacidad de esperar y aguantar el final del período de Trump. También cuenta con voces europeas que creen que las sanciones están afectando a la gente y no al régimen, y que el movimiento reformista en Irán será la primera víctima de cualquier nueva sanción que el régimen considere como un bloqueo al país. Y no contra ello.
A la luz del precedente norcoreano, Trump sueña que con sanciones dolorosaspersuadirá a Irán para que regrese a la mesa de negociaciones, con la voluntad de cambiar su comportamiento esta vez. Habrá que esperar para ver si Irán podrá resistir las sanciones dentro de sus fronteras o moverá sus activos regionales en intentos de mayor desestabilización de la región.
Comienza un nuevo capítulo. Los vientos de las nuevas sanciones soplan fuerte sobre la economía iraní. En tal turbulencia, la comunidad internacional deberá tener preparado su cinturón de seguridad.